Al intentar alcanzar la belleza nos topamos con el obstáculo que constituye la propia palabra "belleza": suena demasiado cursi, inútil, bonita, etérea y extraña a las acuciantes preocupaciones del alma. Nuevamente, vemos como nuestros conceptos están determinados por modelos arquetípicos, como si la belleza hubiera quedado relegada solamente a Apolo y el examen de formas invisibles como la música fuese cosa de coleccionistas y sólo pudiese ser tratado en revistas de estética. O, de otro modo, la belleza ha sido puesta en las suaves manos de Adonis y Páris: la belleza entendida como violetas, mutilación y muerte. En Platón y Plotino, sin embargo, la belleza no es "bella", y de ello es téstigo la persona de Sócrates. Antes al contrario, sólo podremos comprender lo bello en el pensamiento platónico si somos capaces de adentrarnos en un cosmos afrodítico, y esto a su vez significa penetrar en la antigua noción de áisthesis (percepción por los sentidos), de la que procede la estética.
Debemos ahondar en nuestras ideas habituales sobre la belleza que han mantenido a la imaginación prisionera de las nociones celestiales - Afrodita Urania - alejándonos del mundo de los sentidos en el que Afrodita ha sido siempre inmanente. De ahí que su desnudez haya sido convertida en pornografía al denigrar la visibilidad de la apariencia física. De la misma manera, estas elevadas ideas han mistificado la revelación, transformándola en una expectativa escatológica: la revelación se muestra como una epifanía que debe destruir el mundo sensible sólo cuando no podemos percibirla en la presentación inmediata de las cosas como son.
Cómo dice Henry Corbin la belleza es aquella gran categoría que hace referencia específicamente al Deus revelatus, "la teofanía suprema, la revelación divina". Así como los dioses vienen dados con la creación, así también se encuentra su belleza en la creación que es la condición esencial de la creación entendida como manifestación. La belleza es la manifestación del ánima mundi; nótese que no es ni transcendente para lo manifiesto ni veladamente inmanente sino que hace referencia a las apariencias como tales, creadas tal cómo son: datos perceptibles, hechos reales, Venus Nudata. La belleza de Afrodita hace referencia al esplendor de cada suceso concreto, a su claridad, a su brillo específico: al hecho mismo de que las cosas aparezcan y a la forma en que aparecen.
La belleza tal como la describe Platón en Fedro, es la manifestación de los dioses nouménicos ocultos y de aquellas virtudes imperceptibles como la templanza y la justicia. Todas estas cosas, si no van unidas a la belleza, no son más que ideas, arquetipos, formas puras, palabras didácticas e invisibles. "Sólo a la belleza le fue concedida esta suerte, la de ser la más claramente visible". La belleza es, pues, la propia sensibilidad del cosmos: tiene texturas, tonos, sabores y es atractiva. La alquimia diría que éste brillo cósmico es el azufre.
"El pensamiento del corazón"
James Hillman
La belleza tal como la describe Platón en Fedro, es la manifestación de los dioses nouménicos ocultos y de aquellas virtudes imperceptibles como la templanza y la justicia. Todas estas cosas, si no van unidas a la belleza, no son más que ideas, arquetipos, formas puras, palabras didácticas e invisibles. "Sólo a la belleza le fue concedida esta suerte, la de ser la más claramente visible". La belleza es, pues, la propia sensibilidad del cosmos: tiene texturas, tonos, sabores y es atractiva. La alquimia diría que éste brillo cósmico es el azufre.
"El pensamiento del corazón"
James Hillman