Datos personales

22 abril 2011

Jiddu Krishnamurti









Jiddu Krishnamurti había sido preparado por la Sociedad Teosófica para una alta misión como Instructor de la humanidad. No vamos a entrar en el complejo mundo de la Sociedad Teosófica fundada en 1875 por H.P. Blavatsky y H. Olcott y dirigida poco después por A. Besant y C.W. Leadbeater. Fueron estos dos últimos quienes descubrieron las capacidades del joven Krishnamurti y comenzaron su formación, creando al mismo tiempo la "Orden de la Estrella de Oriente" con el fin de preparar el camino para la difusión de sus enseñanzas. 




No es cuestión de entrar aquí en dicha historia, aunque quizás actitudes posteriores del Krishnamurti maduro, el más conocido, reciben cierta luz al tener presente el desarrollo de ese episodio. Lo cierto es que el 3 de agosto de 1929 Krishnamurti disuelve formalmente la "Orden de la Estrella", inesperadamente, en una charla ante más de 3.000 miembros de la misma, entre los cuales se hallaba la propia A. Besant, la mujer que tanto luchó no sólo por la independencia de la India y por la Sociedad Teosófica, sino también por Krishnamurti y la "Orden de la Estrella", en quien tanta confianza tenía.



La fuerza de las palabras de Krishnamurti puede percibirse todavía cuando leemos aquel discurso:




"Yo sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y ustedes no pueden acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta ... No quiero pertenecer a ninguna organización de tipo espiritual ... Si se crea una organización para este propósito, ésta se convierte en una muleta, en una debilidad, en una servidumbre que por fuerza mutila al individuo y le impide crecer, establecer su unicidad, que descansa en el descubrimiento que haga por sí mismo de esta Verdad absoluta e incondicionada ... Porque soy completamente libre, incodicionado, total ... deseo que aquellos que buscan comprenderme sean libres, que no me sigan, que no hagan de mi una jaula ... Todos ustedes dependen de algún otro para su espiritualidad ... Ningún hombre puede, desde afuera, hacerlos libres ... Mi único interés consiste en que los hombres sean absoluta, incondicionalmente libres."   





Libertad es quizás la palabra clave de Krishnamurti. Uno de sus libros más célebres, cómo prácticamente todo el resto consistente en charlas dadas ante un numeroso público, lleva por título justamente La libertad primera y última. Entre los textos seleccionados comenzamos precisamente por una de sus charlas sobre la libertad, pronunciada en Londres en 1969 y recogida en su obra El vuelo del águila. 




Krishnamurti se pregunta si es posible una libertad total, incondicionada. Se está refiriendo fundamentalmente a la libertad psicológica, libertad de todos nuestros hábitos innecesarios, nuestros deseos superfluos, nuestros miedos. El primer paso consiste en darse cuenta, a través de una observación constante, una atención despierta, de todos los condicionamientos psicológicos que nos afectan. No se trata de una introspección analítica dispuesta a juzgar con teorías preestablecidas cuanto descubrimos en nuestras profundidades. Se trata de una especie de observación fenomenológica, pura, libre de supuestos y prejuicios.




La mirada atenta de Krishnamurti es como un bisturí que implacablemente desmenuza los más sutiles mecanismos psicológicos y los trae a la luz. Su expresión no quiere tener nada que ver con tecnicismos y teorías psicológicas o filosóficas, es una mirada desnuda y una palabra tan sencilla como profunda. Es cierto, como tantas veces se le ha achacado, que a pesar de sus críticas al hecho de seguir a algún gurú, alguna enseñanza, él mismo no ha hecho otra cosa durante toda la vida que desempeñar el papel de Maestro e Instructor. Es una paradoja difícilmente salvable. Pero así y todo es preciso mostrar las diferencias. Por ejemplo, frente a la tradición de "obediencia" al maestro como "autoridad" reconocida y prácticamente incuestionable, Krishnamurti insiste una y otra vez en la libertad e independencia de sus "oyentes". Así, en esta charla, como en tantas otras advierte: 




"Si se me permite sugerirlo, no acepten lo que dice el que habla, pues no tiene autoridad alguna, no es un maestro, ni es un gurú; porque si lo fuera entonces ustedes serían sus seguidores, y si ustedes son seguidores, se destruyen a sí mismos y destruyen al maestro."




¿Adónde nos conduce esa investigación sobre los condicionamientos piscológicos? En primer lugar a la observación del papel que juega el pensamiento en todo ello. En esta charla, como en otras muchas, "el que habla" - nótese la elusión de la idea / palabra "yo" - se detiene a considerar la estructura del temor, para mostrar como "el pensamiento genera el miedo", "el pensamiento es el origen del miedo". Generalmente los miedos psicológicos a que aquí se refiere Krishnamurti proceden de la preocupación a que se repita algún acontecimiento doloroso o desagradable del pasado. Pero algo similar hallamos en el deseo como búsqueda del placer. También el pensamiento desempeña un importante papel en ello: "dónde hay placer hay dolor y miedo perpetuados por el pensamiento". 



¿Tendremos que admitir el análisis de Krishnamurti? ¿Es posible, necesario o conveniente apelar a los resultados de las ciencias que de ello se ocupan, si es que ciencia de ello hay?  ¿O se trata de un genuino ejemplo de investigación fenomenológica, de la elaboración - aunque ajena a tal terminología - de una psicología fenomenológica como la propuesta por Husserl?  En ese caso habría que preguntarse: ¿Coincide nuestra propia observación con la descrita por Krishnamurti en lo referente a la función del pensamiento en la generación del placer, del deseo y del temor?  ¿O descubrimos quizás una mayor independencia del mundo de las emociones respecto del pensamiento y nos da la impresión de que en múltiples ocasiones el pensamiento no pasa de ser una especie de oleaje superficial movido por corrientes emocionales de fondo?  Quizás podamos suponer que Krishnamurti se refiere a un nivel más profundo del pensamiento, a una especie de "mente subconsciente" - si se nos permite la sustantivación de esas fuerzas o contenidos que se mueven bajo el nivel de la conciencia en su estado habitual - que regiría en verdad el proceso de las emociones. 




En cualquier caso, supongamos que al hablar de "pensamiento" nos estamos refiriendo, de modo similar a lo que ocurría con el cogito y sus cogitata cartesianos, a todos los contenidos psíquicos y ya no sólo a los conscientes sino también a los subconscientes. En este caso la pregunta de Krishnamurti conserva toda su fecundidad. Tres preguntas estrechamente relacionadas hay que hacerse aquí: ¿qué papel desempeña el pensamiento en la vida? ¿cuál es la relación entre el pensamiento y la acción? ¿se puede detener el pensamiento?. A partir de estas tres preguntas planteadas por el mismo autor, tratemos de comprender su posición. La columna vertebral del mensaje de Krishnamurti consiste, a mi entender, en la transmisión de la experiencia de un estado de consciencia y de libertad que se halla más allá del pensamiento. La acción genuina, inteligente, total, es aquella que brota espontáneamente desde ese espacio de libertad; no cómo un producto de la reflexión, del pensamiento, que está formado siempre de los materiales del pasado, del recuerdo, por tanto de algo muerto, sino como fluir armónico de esa libertad inteligente o Inteligencia libre, primordial, que constituye nuestra verdadera naturaleza. El pensamiento tiene pues una cierta función en la vida pero no la importancia central que se le concede en nuestra cultura racionalista. Claro que la memoria y la reflexión es útil en ciertos momentos, pero sería quizás una función que, en las etapas avanzadas de la evolución, puede llevarse a cabo de modo casi automático, dejando que la energía en él puesta por la atención pudiese desplazarse hacia un nivel superior de la conciencia y de la realidad, hacia esa inteligencia espontánea y primordial que mueve toda la existencia. 




Ahora bien, no por ello se trata de detener el pensamiento a la fuerza. Por ello Krishnamurti se ha opuesto también de forma tajante a todo método o sistema de meditación: " cualquier sistema o método que nos enseñe cómo meditar es falso". Los mantras, las repeticiones de palabras o sonidos, tan empleados en la tradición hindú, no hacen sino embotar la mente - dirá Krishnamurti de un modo que nos parece excesivamente radical y tajante -. No se trata de esforzarse por detener el pensamiento sino de comprender; comprender, mediante la observación atenta que mencionábamos al comienzo, todo el proceso del pensamiento, y dejar de buscar técnicas y prácticas que intenten aquietarlo. "El orden surge cuando uno ve y se da cuenta del desorden". Y es que, como dirá en otra de sus charlas "la moralidad consiste únicamente en establecer orden tanto dentro como fuera de uno mismo". Porque en el orden se expresa la Inteligencia primordial que mueve la existencia. 



Pero la experiencia hacia la que apuntan las palabras de Krishnamurti no ha de verse como una fría conciencia o inteligencia más allá del pensamiento. Krishnamurti, parco en expresiones positivas y grandilocuentes, más cerca de un lenguaje apofático, no en vano considerado, en alguna ocasión, como la consumación del buddhismo, en ocasiones deja entrever el aspecto ânandico de la experiencia primordial. Así, con palabras que pueden servir de síntesis de cuanto llevamos dicho, exclama: 



"La bienaventuranza no es placer, el éxtasis no es generado por el pensamiento; es una cosa del todo diferente. Uno puede llegar a la bienaventuranza o al éxtasis sólo cuando comprende la naturaleza del pensamiento, el cual genera tanto el placer como el dolor". 




"Siete ensayos sobre el hinduísmo"
Vicente Merlo    
        








* Vicente Merlo es doctor en filosofía. Socio fundador de la Sociedad de Estudios Índicos y Orientales, así como de la Sociedad Transpersonal Española. Durante dos años investigó el pensamiento hindú y, especialmente,  la obra de Sri Aurobindo en la India (Bombay, Pondicherry, Auroville).




Aqui puedes escuchar música de Ravi Shankar:








06 abril 2011

"Símbolo y arquetipo"












En el último capítulo de "Las estaciones de la sabiduría" que da nombre al libro, Frithjof Schuon define y expone seis aspectos de la sabiduría que, podríamos decir, resumen toda la espiritualidad. En otras palabras, incluyen todo lo que la Voluntad del Cielo pide del hombre, y por tanto representan la perfección que éste poseía inicialmente en el momento de su creación, según esa Voluntad, "a imagen de Dios". La plenitud microcósmica del hombre, dada la analogía exacta entre microcosmos y macrocosmos, corresponde a la extensión total del gran mundo exterior, es decir, a las seis direcciones del espacio, que son los cuatro puntos cardinales y el eje vertical de altura y profundidad. Dada su importancia fundamental, las estaciones no pueden dejar de estar más o menos explícitamente presentes en la doctrina y método de cada esoterismo, sin importar a que tradición pertenezca. De hecho, los textos sagrados están entretejidos con formulaciones aisladas de estos aspectos de la sabiduría, ninguno de ellos obviado, y todos dados por descontado por nuestros antepasados - variando los grados de consciencia - como pertenecientes a la naturaleza misma de las cosas. Sin embargo, llegó un momento en que se hizo necesario enfatizar este último punto y manifestar los aspectos como una totalidad séxtuple e interrelacionada, a saber, las "direcciones del espacio" en el microcosmos, análogas a sus homólogas en el macrocosmos; esto se lo debemos a Schuon en sus "Estaciones de la sabiduría" y en secciones de sus otras obras. 









La universalidad de esta doctrina está claramente demostrada en "Tesoro de sabiduría tradicional" de Whitall Perry, que ha dividido su monumental obra en tres libros, cada uno de los cuales está subdividido en dos partes. Las tres divisiones principales corresponden a las tres margas (vías) del hinduísmo - acción, amor y conocimiento - así como también a los tres principios básicos del misticismo islámico - temor, amor y conocimiento -. Cada una de estas divisiones tiene dos aspectos: el ámbito del temor - acción es el del "no debo" y "debo", o, en términos de Schuon, abstención y cumplimiento; así mismo el amor tiene, además de su intensidad dinámica, el aspecto estático del gozo contemplativo; y el conocimiento espiritual es tanto objetivo como subjetivo, ocupándose, en última instancia, del Absoluto como verdad transcendente y Mismidad inmanente. Pero para que la afirmación de que toda espiritualidad está comprendida en estas seis estaciones no sea considerada excesiva, permítasenos añadir ahora - y se hará más claro a continuación - que cada estación es una vasta síntesis constituída por muchos aspectos suplementarios, inextricablemente enlazados unos con otros. No podía ser de otra manera puesto que cada estación es algo que debe ser adoptado: exige presencia de parte del hombre, su presencia total, es decir, sinceridad; y puesto que el hombre consiste en inteligencia, voluntad, carácter, debe haber algo en cada estación que empeñe a cada una de las tres facultades espirituales del hombre: elementos doctrinales o teológicos para la inteligencia, elementos metódicos para la voluntad, y elementos morales o virtudes para el caracter. 




"Símbolo y arquetipo"
Martin Lings











Aqui puedes escuchar a Angelo Branduardi: "Cántico delle Creature"