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23 febrero 2011

Frithjof Schuon







No creer más que lo que se "ve": este prejuicio, tan grosero como habitual, nos lleva a abrir aquí un paréntesis. No queriendo creer más que lo que ven, los partidarios del cientificismo se condenan a no ver más que lo que creen; la lógica es para ellos su deseo de no ver lo que no quieren creer. El cientificismo, en efecto, se interesa menos por lo real en sí - que rebasa necesariamente nuestras limitaciones - que por lo no contradictorio, o sea por lo lógico, o más precisamente por lo empíricamente lógico; luego por lo lógico de facto según determinada experiencia, no por lo lógico de jure según la naturaleza de las cosas. En realidad, el registro "planimétrico" de percepciones y la eliminación de lo aparentemente contradictorio no suelen dar más que la medida de determinada ignorancia, o incluso de determinada necedad. Los pedantes de la "ciencia exacta" son, por otra parte, incapaces de evaluar lo que implican las paradojas existenciales en las que vivimos, empezando por el fenómeno prácticamente contradictorio de la subjetividad.



La subjetividad es intrínsecamente única sin dejar de ser extrínsecamente múltiple; ahora bien, si el espectáculo de una pluralidad de subjetividades distintas de la nuestra no nos causa demasiada perplejidad, ¿cómo explicar "científicamente" - es decir, evitando o eliminando toda contradicción - el hecho de que "sólo yo" soy "yo"? La ciencia llamada "exacta" no puede encontrar ninguna aparente motivación para este aparente absurdo, cómo tampoco para esa otra contradiccón lógica y empírica que es la ilimitación del espacio, del tiempo y de las demás categorías existenciales. Lo queramos o no, vivimos rodeados de misterios, que lógica y existencialmente nos arrastran hacia la transcendencia.





Frithjof Schuon 










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