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21 noviembre 2010

Shambala: la senda sagrada del guerrero (I)











Las enseñanzas shambala se fundan sobre la premisa de que hay una sabiduría humana básica que puede ayudarnos a resolver los problemas del mundo. Esta sabiduría no es propia de ninguna cultura o religión determinada, no viene de Oriente ni de Occidente. Es, más bien, una tradición de los seres humanos en su condición de guerreros, que ha existido en muchas culturas y en muchos momentos a lo largo de la historia. 






Al estar simplemente en el instante presente, nuestra vida se vuelve maleable y puede incluso llegar a ser algo maravilloso. Descubrimos que podemos meditar como un rey o una reina sentados en un trono. La majestad de esta situación nos revela la dignidad que se da cuando permanecemos tranquilos en un estado de simplicidad.






Mediante la prática de sentarse inmóvil y seguir su aliento mientras sale y se disuelve, uno se está poniendo en contacto con su corazón. Con dejarse simplemente ser tal como uno es, uno empieza, poco a poco, a sentir verdadera amistad por sí mismo.






Reconocer el miedo no es causa de depresión ni de desánimo. Porque poseemos el miedo tenemos también, potencialmente, derecho a la vivencia de la intrepidez. La verdadera intrepidez no consiste en reducir el miedo, sino en transcenderlo.  






La sincronización de mente y cuerpo no es un concepto ni una técnica aleatoria de autosuperación inventada por alguien. Es más bien un principio básico de cómo ser un ser humano, y de cómo usar al unísono nuestras percepciones sensoriales, nuestra mente y nuestro cuerpo. 















El camino del Sol del Gran Este se basa en la visión de que en este mundo hay una fuente natural de resplandor y brillo, que es esa actitud despierta innata de los seres humanos.






El camino de la cobardía consiste en embutirse en un capullo, dentro del cual uno perpetúa sus procesos habituales. Mientras siga uno generando siempre los mismos procesos básicos de conducta y pensamiento, jamás tendrá que dar un salto al aire libre o a un terreno nuevo.






El guerrero renuncia a todo aspecto de su experiencia que constituya una barrera entre él y los demás. En otras palabras, el renunciamiento es ponerse más a disposición de los otros, tener con ellos una actitud más afable y abierta. 






La condición de guerrero es un viaje contínuo. Ser guerrero es aprender a ser auténtico en cada momento de la vida.






Cuando se vive de acuerdo con la bondad fundamental, se alcanza la elegancia natural. Uno puede vivir a sus anchas, de manera relajada, sin caer en el desaliño. Puede, efectivamente, renunciar a su depresión y a su perplejidad por su condición de ser humano, y levantar el ánimo.








"Shambala: la senda sagrada del guerrero"
Chögyam Trungpa












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